
La ruta:
Ruta que recorre diversas localidades del concejo de Llanera, visitando los palacios más destacados.
El camino comienza en Posada de Llanera, junto al Ayuntamiento y transcurre la calle Quintana en dirección al Picu Santu Firme Al poco tiempo y por encima de un depósito de agua pasa la pista que os acerca al área recreativa de Santo Firme, desde donde podréis ver Lugo de Llanera, el aeródromo de La Morgal y los polígonos industriales de Asipo y Silvota.

Nuevamente por carretera y después de atravesar el pequeño pueblo de Mundín, conectareis con G.R. 100 Ruta de La Plata. Girando a la izquierda y tras recorrer unos 400 metros por dicha ruta, entre dos casas sale a izquierda una pista que desciende y luego en subida os lleva a las antiguas balsas de espato flúor. Bordeando dichas balsas continuamos en dirección a la carretera que baja a Villabona. Llegados a este lugar debéis desviaros por dicha carretera a unos 250 metros para poder llegar al Palacio de Villabona, que data del siglo XVII y está en buen estado de conservación. Volviendo sobre los pasos para retomar de nuevo la ruta que os lleva a un caserío, desde el cual entre bosque desciende una pista que os encamina al Alto de La Miranda. Cruzamos la carretera general Oviedo Avilés y por todo el cordal, desde donde se divisa la Iglesia de Villardeveyo.
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De nuevo alcanzando la carretera general, junto a un hotel y amplio restaurante. Desde aquí debéis transitar por esa carretera durante un kilómetro hasta el cruce que os señala la dirección a Ferroñes. Transitamos ahora por estrecha calzada pero de poco tráfico, y después de pasar el pueblo de Ferroñes subimos en dirección a la carretera de Arlós, la cual debéis cruzar para continuar por Panizales y en medio de llanas praderías alcanzar el pueblo de Fresno. Aquí tenéis a la capilla del mismo nombre, y la de Peña Menende, donde se cree que existió un poblado romano. Descendiendo en dirección a Fanes para tomar la carretera que va a los Campos (Avilés) y al medio kilómetro comienza la subida al pico Gorfolí. No es una subida pronunciada y tiene fácil acceso, hasta que llegamos a un llano con varios picos alineados en donde podéis optar por alcanzar la cumbre en una media hora o continuar por la ruta hasta el campo La Liebre.

Descendiendo por una larga pista hasta el pueblo de Villayo, para continuar por carretera en dirección Santa Cruz, Carbajal, Vidriera y poco antes de llegar a San Cucao, os encontraréis con el palacio de Villanueva (s. XVIII) que por desgracia se encuentra en un lamentable estado. Atravesamos San Cucao y continua por la Torre de los Valdés (s XIV), y donde se dan clases de equitación. Continúa la ruta por Guyame hasta alcanzar el pueblo de Severies para descender en dirección a Posada de Llanera, en donde empezamos la ruta y finalizamos.
Ruta alternativa: es una actividad que se puede hacer por etapas y no tiene ninguna dificultad de desniveles.
LEYENDA DEL CRISTO DE LAS CADENAS (OVIEDO)
En una calle de Oviedo
Según cuenta la leyenda
Su boda había fijado
Una feliz pareja.
Noble y buen mozo es el novio
Hermosa y gentil lo es ella
Y un futuro venturoso
Parece abrirle las puertas.
Pero el destino traidor
Que de todos lleva cuenta
Aquellos nombres ha escrito
En rojo, sobre su agenda.
Faltan muy pocos días
para tan ansiada fecha,
cuando un edicto llegó
pidiendo gentes de guerra.
Fue necesario partir,
sin que santo lazo uniera
aquellos grandes amores
que en Oviedo se recuerdan.
Estando en la despedida
llora ella en amarga pena
y para tranquilizarla
el mozo un rosal le entrega.
Mientras no florezcan rosas,
le dice con voz muy queda,
puedes estar bien segura
que la muerte me respeta.
Pero si, por el contrario
algún día floreciera,
es que mi vida he perdido
en esas lejanas tierras.
Esas palabras serían
las ultimas que le oyera,
y en su corazón se clavan
como puntiagudas flechas.
Pasa el tiempo inexorable,
y las noticias que llegan
con frecuencia, desde el principio
luego más tarde escasean.
Quien tenga lejos su amado
sin saber de él, bien pudiera
darse cuenta del dolor
que a la joven afligiera.
Por último ni una carta
del mozo se recibiera,
ya pasados muchos meses
en larga y continua espera.
Y un mal día apareció
de su casa ante la puerta,
un fraile que le llevaba
como ofrenda unas cadenas.
Prisionero el novio estuvo
en sucia y lógreba celda,
viendo consumir sus días
en tan terrible condena.
Pudo libertarle el fraile
pero grave mal le aqueja
y ante su posible muerte,
le pidió a Oviedo fuera.
Contando a su prometida
toda la amarga odisea
y las cadenas llevara
y en su casa las tuviera.
Con el corazón partido
la joven fuese a la aldea
donde un Cristo milagroso
por el pueblo se venera.
En su presencia se postra
y con gran fervor reza
pidiendo que al ser querido
la salud sea devuelta.
Bajos sus pies deposita
las cadenas que él le diera
y hoy se conoce ese Cristo
por Cristo de las cadenas.
Presto vuelve a desandar
Aquella misma caleya
de verdes sebes cercadas.
Que hasta allí le condujera.
La razón no justifica
el temor que ahora le entra,
pero el corazón le dice
algo que oír no quisiera.
Y corre desesperada
hasta que a su casa llega
y comprueba con horror
que ya el rosal rosas diera.
Rosas como sangre roja,
bellas como nunca viera
en ellas hunde su rostro
y con sus lágrimas riega.
Y desde entonces, la calle
Donde la joven viviera
como calle del Rosal
la gente la conociera.
Según cuenta la leyenda
Su boda había fijado
Una feliz pareja.
Noble y buen mozo es el novio
Hermosa y gentil lo es ella
Y un futuro venturoso
Parece abrirle las puertas.
Pero el destino traidor
Que de todos lleva cuenta
Aquellos nombres ha escrito
En rojo, sobre su agenda.
Faltan muy pocos días
para tan ansiada fecha,
cuando un edicto llegó
pidiendo gentes de guerra.
Fue necesario partir,
sin que santo lazo uniera
aquellos grandes amores
que en Oviedo se recuerdan.
Estando en la despedida
llora ella en amarga pena
y para tranquilizarla
el mozo un rosal le entrega.
Mientras no florezcan rosas,
le dice con voz muy queda,
puedes estar bien segura
que la muerte me respeta.
Pero si, por el contrario
algún día floreciera,
es que mi vida he perdido
en esas lejanas tierras.
Esas palabras serían
las ultimas que le oyera,
y en su corazón se clavan
como puntiagudas flechas.
Pasa el tiempo inexorable,
y las noticias que llegan
con frecuencia, desde el principio
luego más tarde escasean.
Quien tenga lejos su amado
sin saber de él, bien pudiera
darse cuenta del dolor
que a la joven afligiera.
Por último ni una carta
del mozo se recibiera,
ya pasados muchos meses
en larga y continua espera.
Y un mal día apareció
de su casa ante la puerta,
un fraile que le llevaba
como ofrenda unas cadenas.
Prisionero el novio estuvo
en sucia y lógreba celda,
viendo consumir sus días
en tan terrible condena.
Pudo libertarle el fraile
pero grave mal le aqueja
y ante su posible muerte,
le pidió a Oviedo fuera.
Contando a su prometida
toda la amarga odisea
y las cadenas llevara
y en su casa las tuviera.
Con el corazón partido
la joven fuese a la aldea
donde un Cristo milagroso
por el pueblo se venera.
En su presencia se postra
y con gran fervor reza
pidiendo que al ser querido
la salud sea devuelta.
Bajos sus pies deposita
las cadenas que él le diera
y hoy se conoce ese Cristo
por Cristo de las cadenas.
Presto vuelve a desandar
Aquella misma caleya
de verdes sebes cercadas.
Que hasta allí le condujera.
La razón no justifica
el temor que ahora le entra,
pero el corazón le dice
algo que oír no quisiera.
Y corre desesperada
hasta que a su casa llega
y comprueba con horror
que ya el rosal rosas diera.
Rosas como sangre roja,
bellas como nunca viera
en ellas hunde su rostro
y con sus lágrimas riega.
Y desde entonces, la calle
Donde la joven viviera
como calle del Rosal
la gente la conociera.
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