El Pico Catoute se encuentra en la
Sierra de Gistredo, al noreste de la comarca leonesa del Bierzo. Desde Colinas
del Campo su ascensión no presenta ninguna dificultad técnica, pero sí que es
un recorrido bastante exigente físicamente pues tendremos que superar un
desnivel de más de 1000 m. desde la salida hasta la cumbre, encontrando tramos
de más del 30% de inclinación en los últimos metros de ascensión. En la cara
sudeste presenta una importante caída vertical que en invierno puede ser muy
peligrosa por la formación de cornisas de nieve inestables, siendo recomendable
el uso de crampones y piolet. En otras estaciones o en ausencia de nieve la
única dificultad que presenta es el desnivel a superar.
ACCESOS
Desde la autovía A-6 a su paso por la
comarca leonesa del Bierzo tomamos la salida 361 si circulamos en dirección
Madrid o la 360 si circulamos en dirección La Coruña para coger la carretera
LE-461 hasta llegar a la localidad de Igüeña, donde tomaremos por último la
CV-127-1 que nos lleva hasta Colinas del Campo. Aquí encontraremos un parking a
la entrada del pueblo donde dejaremos el coche pues el tráfico por el casco
urbano está prohibido para los no residentes.
RECORRIDO
La ruta de ascensión al Catoute está
perfectamente señalizada mediante balizas con marcas blancas y amarillas
(pequeño recorrido) bajo la denominación de ruta "PR-LE 45".
Nos adentramos en las calles de
Colinas del Campo, localidad que ha sabido conservar la arquitectura típica
berciana. Se dice de éste pueblo que se tarda más en nombrarlo que en
recorrerlo pues su nombre completo es "Colinas del Campo de Martín Moro el
Toledano".
Tras cruzar bajo el arco de la ermita
nos encontramos con el puente sobre el río Boeza y nada más atravesarlo giramos
a la derecha para tomar un camino donde comienza la ruta del Catoute y donde
encontraremos además un cartel que la describe.
El camino transita en un primer tramo
entre la espesa vegetación ribereña a la vereda del río Boeza, hasta que nos
vamos alejando de él y caminamos ahora junto al río Susano. A medida que vamos
avanzando y ganamos altura, el valle de Susano se abre y podemos observar las
primeras cumbres de la Sierra de Gistredo aunque no el Catoute que todavía se
halla oculto a nuestra vista.
Seguimos remontando el valle de Susano
por un camino cómodo en contínua pero suave subida hasta que éste se va
estrechando y desemboca en las Praderas de Susano. Justo antes de entrar en
dichas praderas, abandonamos el camino para tomar un sendero que sale a nuestra
izquierda y donde veremos un cartel que señaliza la subida al Catoute. Hasta
éste punto llevaremos aproximadamente 1 hora y 15 minutos de camino.
A partir de aquí comienza la parte más
dura del recorrido pues ya no dejaremos de subir un fuerte desnivel hasta la
cumbre y todavía nos quedan unas 2 horas para alcanzarla.
Ahora el camino se convierte en senda
que en un primer tramo transita entre una jara de gran altura que hace muy
estrecho el camino. A medida que vamos ganando altura la espesa vegetación va
clareando y aparece ante nosotros un circo que tendremos que remontar para
alcanzar un primer collado. La subida a lo alto de éste circo requiere de un
aceptable esfuerzo pues superaremos un buen desnivel por un duro sendero en
zig-zag. En éste tramo cruzaremos la Fuente de los Gallones donde podemos hacer
una parada para refrescarnos con su fría agua.
Una vez superado el circo, el sendero
nos deja en un collado desde donde podemos ver claramente nuestro objetivo
perfectamente señalizado con balizas e hitos de piedra. Tendremos que superar
un primer tramo de pedreras muy incómodo de caminar hasta llegar a un rellano
de la antecima donde comienza la ascensión al cono terminal del pico.
Superadas las incómodas pedreras, la
senda nos sitúa en el rellano de la antecima donde solo nos queda remontar el
último tramo hasta la cumbre. Es un tramo con un 30% de inclinación que sin
nieve no ofrece mayor dificultad que el desnivel a superar, pero con nieve es
aconsejable el uso de crampones y piolet. A escasos metros de alcanzar la
cumbre no conviene acercarse mucho a nuestra derecha pues se pueden formar
peligrosas cornisas de nieve y la caída hacia ese lado es vertical aunque no se
aprecie en la siguiente foto. Total habremos empleado unas 3 h. y 15 min. en la
ascensión sin contar las paradas.
EL PADRE DE LOS MONTES
VIAJE AL CATOUTE
La
ruta que hoy proponemos no deja concesiones ni a las piernas ni a los
objetivos: se trata de acudir directamente a uno de nuestros paisajes más
emblemáticos, a un lugar casi mágico, a uno de esos epicentros de fuerza y
vigor que de tanto en tanto brotan a lo largo de nuestra vieja y rugosa
geografía y que ejercen un enorme poder de sugestión sobre nuestros ánimos: las
cuevas de Valporquero, las foces del Curueño y el Torío, el Cares, el panteón
real de San Isidoro, las Médulas, las brañas del Alto Sil¿ hitos que, por su
impresionante belleza natural o por el recuerdo poderoso que lejanas gentes
dejaron en ellos, son considerados símbolos señeros de nuestra región. Y
también así ocurre con Colinas del Campo de Martín Moro Toledano, el monte
Catoute y la campa de Santiago. El primero es el pueblo leonés con el nombre
más largo, y también un ejemplo vivo y perfecto de lo que es la aldea
montañesa, con todo su recuerdo de repoblaciones mozárabes, batallas medievales
y posesiones templarias, costosos avances hacia el sur y modos de vida que se
fueron haciendo centenarios con el incesante paso de las generaciones.
El
segundo es el techo del Bierzo (mide 2.111 metros) y es también la pilastra que
sostiene los espinazos de Omaña, Ribas de Sil y Boeza, columna sobre la que
pivotan y se sueldan los montes cantábricos con los de León junto a un mar de
torres coronadas de blanco y vestidas de verde y dorado: Arcos de Agua,
Tambarón, Rebeza. El tercero, el Campo de Santiago, es un amplio y verde
anfiteatro natural, poblado con música de leyendas, donde cada 25 de julio se
celebra una formidable fiesta a la que acuden vecinos de todas las comarcas
limítrofes: es su punto natural de reunión y de celebración. A esta triple meta
nos dirigimos, pues, en un recorrido que nos llevará prácticamente todo el día
si queremos hacerlo completo, y que pondrá a prueba nuestra energía y empeño:
si salimos a las ocho de la mañana de Colinas, no estaremos de regreso hasta
bien entrada la tarde, si bien anotamos una ruta de menor longitud para
llevarla a cabo en menos tiempo. Lo primero es tomar contacto con el pueblo,
apreciar su arquitectura popular, siempre a base de losa y piedra sin
escuadrar, madera en los corredores cerrados con tablado y en los dinteles,
todo ello formando unidades individualizadas y cúbicas, autónomas, con la
cuadra debajo y la vivienda y las tenadas o pajares arriba. Es la aldea típica
de la región leonesa, apiñada y autosuficiente, y regida por el doble poder de
la iglesia y el concejo. La despedida nos la dan los prados de siega, las sebes
y los álamos, y las cruces de madera de tejo clavadas en las viviendas para
ahuyentar a la meiga o al reñubeiru .
Tomamos entonces el camino que discurre
paralelo al arroyo de Susano, iniciando la ascensión al Catoute entre las
nogales, los sabugos (saúcos), los xardones (acebos) y los castaños. La subida
al monte tiene su recompensa en la excepcional vista que nos ofrece su firme
cabezo desde lo alto, enseñoreándose sobre un océano de oteros, campas y
biescas, hogar de corzos, raposos, lobos y urogallos. Traspasamos la cumbre por
detrás del pico y llegamos a Las Lagunonas, dos pequeños lagos en la base del
pico Rebeza, quizá el mejor lugar de la ruta para merendar. Es a partir de aquí
cuando se puede iniciar el descenso por el mismo sitio o bien continuar el
recorrido entero hasta el amplio valle glaciar del Campo de Santiago, con su
recoleta ermita de Santiago Matamoros en medio, recuerdo de la ayuda guerrera y
sobrenatural que libró la zona de los ataques de Almanzor. El descenso
posterior se hace siguiendo el curso del río Boeza, que nace en esta llanura
privilegiada en mitad de las montañas y que desciende por el valle de su mismo
nombre de nuevo hasta Colinas del Campo, según su nombre abreviado. Y para
reponer fuerzas después de tanto caminar, de tanto observar y sorprenderse, es
recomendable hacer un alto en La Cantina para tomar contacto con los productos
de la tierra, que bien merecido lo tiene el andariego.
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